Reflexión para hoy.

Queridos amig@s! El primer concepto fundamental de la fe, es su relación y dependencia total con la Palabra de Dios (la Biblia). Por esta razón, debemos entender que con las palabras se forman frases e ideas que unidas de manera coherente sustentan un concepto, una idea, que va a nuestro pensamiento, y que al aceptarla como cierta moldea nuestras creencias. Las creencias determinan nuestro comportamiento, pero la Palabra de Dios encierra conceptos mucho más elevados y trascendentales que las ideas humanas; el Señor Jesús lo explica de manera contundente: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, (Juan 6:63). La Palabra de Dios hace aquello para lo cual Él la envió, no son simples divagaciones o conjeturas como las hacemos los hombres sino que al ser verdadera, consistente, coherente, poderosa y eterna, todo lo creado obedece a ella (Isaías 55:11, Jeremías 23:29).

Entonces, la fe es conducida y alimentada por la Palabra de Dios escrita, no hay verdadera fe sino está relacionada con la Palabra de Dios, con sus principios y testimonio, de esta manera la fe moldea nuestra conducta, nuestras relaciones, nuestra vida misma y por sobre todas las cosas la fe determina nuestra relación con Dios, pues sin fe es imposible agradarle; en otras palabras, si nuestra fe no está fundamentada en la Palabra de Dios, entendida en su texto y en su contexto, nuestra relación con Dios no es la correcta, o nos estamos engañando creyendo lo que nos conviene (Hebreos 11:6). No podemos poner nuestra fe en tradiciones, ni en personas, ni en rituales, nuestra fe nace del corazón y se alimenta cada día con nuestra relación diaria y personal con Dios. Esta relación diaria debe de estar centrada en la oración y la lectura bíblica. Estos dos pilares están basados en la comunicación con Él, con la oración le hablamos y con la lectura bíblica le escuchamos. ¿Cómo está tu relación con Dios?

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