Reflexión para hoy.


Queridos amig@s! A lo largo de nuestra vida nos topamos con diversas circunstancias en las que cometemos un gran número de errores, y en el peor de los casos lo más lamentable es cuanto nos cuesta identificar e incluso reconocer la falta realizada.

Todos pecamos y erramos de cuando en cuando, porque como seres humanos somos dados a tropezar en  todas las áreas de nuestra vida, inclusive en la espiritual, como lo confirmo Pablo en Romanos 3:23 “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, por tanto, todos tenemos que adquirir el hábito de reconocer nuestros errores y corregirlos. Teniendo siempre en cuenta que la capacidad de admitir nuestros errores no es señal de debilidad sino de un carácter firme, y este carácter es absolutamente necesario en el verdadero cristiano. De eso trata el proceso de conversión, ya que a menudo llevados por emociones o impulsos tomamos actitudes que no son correctas; es por ello que debemos estar en continua comunión con Dios, pues sólo con su ayuda podremos ser íntegros y no caer en rebelión.

En Salmos 19:12 el salmista dijo: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.” a través de estas palabras  David le pide sabiamente a Dios que lo resguarde de la soberbia que lleva a no ser capaz de reconocer sus propios errores.

Aprender de nuestros errores no es tarea fácil, porque a nadie le gusta aceptar sus debilidades, pero cuando confesamos nuestros pecados y faltas delante de Dios y los dejamos atrás, entonces crecemos espiritualmente y  nos evitamos volver a cometerlos una segunda vez, para no sufrir terribles consecuencias.

Debemos esforzarnos constantemente por vencer los impulsos de la naturaleza humana y los impulsos negativos de la sociedad que nos rodea poniendo nuestra vida en armonía con Dios y su camino de vida. Si bien esto no será fácil, sin duda es el camino que lleva a la vida eterna. Dios tes bendiga!

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