Reflexión para hoy.
Queridos amig@s! la historia de Jacob y Esaú nos enseña que Jacob engaño a su hermano Esaú para conseguir la herencia de su padre, derecho que en aquella época correspondía al hijo mayor. Pero la realidad de la historia no es sólo que Jacob se aprovechó del momento que Esaú pasaba, sino que también es de resaltar que Esaú mostró desprecio por sus derechos cómo hijo mayor, en resumen, no le dió mucha importancia, pues le cedió la herencia a cambio de comida en un momento que tenía mucha hambre.
Las situaciones que marcaron la vida de estos dos hermanos fueron las preferencias de los padres, Isaac, (su padre) amaba a Esaú y Rebeca (la madre) a Jacob, el amor demasiado marcado de los padres puede provocar peleas entre los hijos, tal como se aprecia cuando Jacob pudiendo regalar alimento a su hermano Esaú no lo hizo, sino que en su lugar prefirió negociarlo, eso lleva a pensar que la relación entre ellos no era buena, es posible que sus padres tuvieran algo que ver en dicha relación, la preferencias nunca hacen un bien, al contrario, dividen.
La parcialidad es una falta que a veces no sabemos ver. Estamos tan naturalmente inclinados a tener favoritos que podemos hacerlo sin ni siquiera saberlo. Las consecuencias no son a corto plazo pero tarde o temprano crearán resentimiento.
Los peligros del favoritismo no están aislados de la familia y causan problemas como la división y los celos.
La parcialidad no es algo nuevo, el apóstol Santiago emitió esta advertencia importante en su epístola: “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Santiago 2:1-4)
Así que intentemos ser justos e imparciales en nuestras relaciones con los demás. ¡Dios les Bendiga!