Reflexión para hoy.


Queridos amig@s! A menudo cuando estamos emocionados, hacemos promesas a la ligera, nos proponemos objetivos, que luego pasan los días y pronto se nos olvidan cumplir. También suele suceder que algunos de nosotros nos ofrecemos a hacer algo por otras personas, pero la mayoría de las veces se nos olvida lo que hemos hablado con ellos, y de manera especial también pasa con personas que le piden un favor a Dios a cambio de hacer algo.

Cada vez es menor el valor que tiene la palabra dicha por el hombre, porque cuando prometemos hacer algo no medimos la trascendencia de nuestras palabras, sino que solo pensamos en lo que queríamos obtener a cambio. Ejemplo de ello tenemos muchísimos como cuando decimos: “Dios, prometo portarme bien”, “te prometo vivir en santidad”, “prometo servirte”, “te prometo ser fiel”, o cuando decimos: “Dios, si me haces este milagro, hago pacto contigo de….” pero ¿cuántas veces le hemos prometido a Dios hacer esto, o dejar de hacer aquello? Debemos saber que al hacer una promesa a Dios quedamos ligados por las palabras de nuestra boca y debemos cumplir, así lo declara Proverbios 6:2 “Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios.”

Hacer una promesa a Dios es como una atadura, porque después habernos comprometido ligamos nuestra alma a las palabras habladas, como se lee en Números 30:2 “Cuando alguno hiciere voto al Señor, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca.”
Dios espera de nosotros lo mismo que el nos ofrece, debemos tenerlo en cuenta, si esperamos algo de Él, debemos primero ofrecer nosotros la conducta adecuada y no fallar en las pruebas. 
El problema de no cumplir las promesas no solo es con Dios, sino que también fallamos a los demás, y por tanto nuestra palabra se devalúa a tal grado que ya nadie nos cree. Por tanto, antes de tropezar con nuestras palabras, pensemos si realmente podemos cumplir con lo que nos proponemos. 
Dios les Bendiga!

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