Ecología y cristianismo.



Queridos amig@s! hoy les quiero compartir este articulo inspirado en un tema actual: la ecología, pero lo hago desde un enfoque cristiano mostrándoles mi opinión personal sobre este tema.

¿Qué es la ecología?

Según el diccionario: Ecología es la ciencia que estudia las relaciones de los organismos entre sí y su medio ambiente. El término medio ambiente incluye todos los factores inorgánicos (abióticos) y orgánicos (bióticos), de los cuales depende el desarrollo de un ser vivo.

Antecedentes históricos:

Aristóteles desarrolló el primer estudio propiamente científico de los seres vivos, y a partir de él formuló la primera teoría sobre la clasificación y sistemática de los animales, y una completa teoría de la ciencia y la metodología de la investigación científica en la edad antigua.

Con la expansión del cristianismo por todo el imperio romano, aparecen voces como la de san Agustin allá por el año 300d.c. que decía: “Lo ideal sería ver la naturaleza como Dios la ve, sintiendo profundamente tanto su belleza como su impermanencia, amando la naturaleza sin aferrarse a ella».

En la edad media personas tan influyentes como: Santa Hildegarda de Bingen, 1098-1179 nos dejó frases como estas: «La Tierra sostiene a la humanidad. No debe ser dañada; no debe ser destruida». «Cada criatura es un brillante y reluciente espejo de la divinidad.» «La creación es la canción de Dios». «La humanidad está llamada a co-crear, para que podamos cultivar lo terrenal, y así crear lo celestial.»

San Francisco de Asís, 1181-1226 Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad, apartado de las urbes buscando la armonía con Dios, con los humanos, con la naturaleza y consigo mismo. En su pensamiento se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza con el amor a Dios.

En el siglo XVI fueron significativas la vida, acciones y escritos de San Juan de la Cruz:

 «Si le admira la grandeza de una montaña, no puede separar eso de Dios, y percibe que esa admiración interior que él vive debe depositarse en el Señor: «Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí». 

Podemos afirmar que, en la cultura occidental, el interés por el medio ambiente existe desde la antigüedad y fue respaldado entre otros por pensadores cristianos hasta el siglo XIX donde el pensamiento científico gana mucha influencia porque el mundo comienza a globalizarse gracias a los avances tecnológicos que hacen a la sociedad depender de la tecnología y de los recursos que permitían su desarrollo.

A finales del siglo XIX encontramos a personajes como Alexander von Humboldt Que es considerado el padre de la geografía y la ecología anterior al siglo XX, fue el primero en hablar de cambios climáticos ocasionados por el hombre, de deforestación y de otros conceptos que hoy nos son tan actuales.

También en el siglo XIX tenemos al alemán Ernst Haeckel biólogo y naturalista que definió el término ecología. La palabra ecología es un neologismo creado usando las palabras griegas oikos = casa, y logia = estudio de, o sea, el estudio del hábitat de los seres vivientes.

En el siglo XX nace el concepto de Ecología Humana, en una Escuela de Chicago hacia 1920, de parte de los científicos Park y Burgess, llamado en un comienzo ecología vegetal o ecología urbana.

El movimiento ecologista surgió como una respuesta al crecimiento económico de los años sesenta, responsable de la degradación acelerada de la naturaleza, el crecimiento desordenado de las ciudades y el aumento de la contaminación.

Cerca del tercer cuarto del siglo XX se considera el inicio propiamente del movimiento, sobre todo tras la publicación de “Primavera silenciosa”, en 1962 escrito por Rachel Carson que popularizó la conciencia ecológica como movimiento de masas. En el libro, se representaba la muerte de la vida en el planeta debido a la actividad industrial humana.

En el siglo XX aparecen los llamados partidos “Verdes” con motivación ecologista y las grandes asociaciones no gubernamentales como “Green peace” que defienden la conservación del medio ambiente con socios en casi todas las naciones.

 Actualmente el movimiento ecologista es muy diverso, pero esta muy influenciado por los grupos que tienen más influencia política y recursos financieros para apoyar sus campañas.

Estamos viendo como se politizan estas ONGS en favor de los intereses de determinados grupos políticos. Hablando claro, grupos financieros y políticos, ayudan en sus campañas y en la difusión del ecologismo a las ONGS que van a respaldar sus decisiones políticas. Es un claro ejemplo de corrupción que nadie quiere reconocer.

El problema que yo detecto es que estas asociaciones ecologistas, al recibir mayor atención y fondos, se están radicalizando en sus principios hasta tal punto que hacen declaraciones tan funestas como esta del británico Chris Davies, que en noviembre de 2007 desde el Parlamento Europeo decía: «la humanidad está hundiendo el planeta como un virus». Por eso, hay que «animar a las familias a no tener más que un hijo en un esfuerzo por combatir el cambio climático».

En el mismo año, y en la misma línea de defender a la Madre Tierra de la ‘invasión’ humana, el catedrático de Medicina John Guillebaud hacía una llamada a reducir voluntariamente el número de hijos: «Ninguna especie puede vivir más allá del umbral de sostenibilidad de su entorno. Por eso, el condón, la píldora y el dispositivo intrauterino (DIU) deberían ser símbolos del movimiento ecologista tanto como lo es la bicicleta».

Y es que planificación familiar y ecologismo radical van íntimamente unidos, tanto como demuestra la espeluznante declaración de la ecoactivista británica Toni Vernelli al Daily Mail explicando por qué ha abortado a todos sus bebés: «Cada persona que nace produce más basura, más polución, más gases de efecto invernadero y contribuye a incrementar el problema de la superpoblación». Lejos de ser radicales aislados, los activistas que propugnan la reducción del número de humanos están bien organizados. Arropados por fundaciones poderosas como Ford o Rockefeller, cuentan también con un organismo, Red de Población y Sostenibilidad’ (PSN en inglés) con sede en el Reino Unido. El PSN es una alianza intelectual compuesta por representantes de ONG de ayuda al desarrollo, instituciones académicas, universitarias y de cooperación entre las que se cuentan WWF, Oxfam o Ayuda en Acción.

Unidos para realizar una llamada de atención a la comunidad internacional sobre lo que llaman «desarrollo insostenible», afirman que el incremento de la población es el causante de problemas como el desempleo y el cambio climático. Entre los miembros destacados de su comité directivo se encuentra Karen Newman, presidenta del PSN y ex consultora de entidades proaborto como la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de las Naciones Unidas para la Población o el IPPF, multinacional abortista en la que escribió la «Carta de los Derechos Sexuales y Reproductivos».

El co-presidente, John Guillebaud, es profesor emérito de Planificación Familiar en el University College de Londres y trabaja como practicante de vasectomías en el Churchill Hospital de Oxford. Posturas tan radicales como las aquí descritas han llegado a instituciones internacionales tan conocidas como la ONU. Su ex secretario general, Kofi Annan, afirmó en el año 2000 que «nosotros no somos huéspedes de este planeta. Nosotros le pertenecemos».

Kofi Annan asumía así uno de los postulados de este ecologismo radical en virtud del cual el hombre está al servicio de la tierra. Así lo señaló un estudio publicado por el Club de Roma (vinculado a los Rockefeller-): «La contaminación, el calentamiento global y el hambre son el enemigo perfecto. Y todos esos peligros son causados por la intervención humana. Por tanto, el verdadero enemigo es la propia humanidad». 

Estas declaraciones de estos grupos influyentes son terribles y van en contra de nuestra filosofía cristiana, basada en la confianza en la palabra de Dios, en su obra y sus promesas. Es normal que estos colectivos vean como una amenaza al ser humano porque no creen en Dios, no conocen el propósito que tiene para este mundo, piensan que las cosas que conocen de este mundo van a permanecer igual por siempre, pero leamos lo que dice la Biblia para el final de esta era: 

 «Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.» (2 Pedro 3:10-13) 

Sí amigos, Dios tiene en su proyecto cambiar todo y mejorarlo, y lo hará en su debido tiempo, por eso como creyentes en la palabra de Dios, no podemos vivir angustiados por declaraciones como las de esos grupos y sus partidos políticos. Es cierto que la tierra sufre un visible deterioro, pero este esta causado por el pecado del hombre en un mundo caído e imperfecto por la maldad porque sus lideres viven en ausencia del temor de Dios. 

Estudien la historia, no ha existido ningún líder que consiguiera crear una sociedad justa, solo pequeñas voces han intentado hacer algo bueno por la humanidad, pero siempre han sido silenciadas porque los poderosos tienen otros intereses.

¿Qué papel tenemos en esta sociedad nosotros los cristianos bíblicos?

Nuestro papel es simple, respetamos y amamos la naturaleza porque es obra de Dios. Nos esforzamos en hacer el menor daño posible al medio ambiente, reciclamos y no derrochamos los recursos que nos han sido confiados por Dios porque de esta manera demostramos nuestra gratitud a Él como fuente de nuestro sustento.

Respetamos la vida y al resto de criaturas y entendemos que cada ser vivo tiene un objetivo pensado por nuestro creador, por eso respetamos el orden natural porque es inspirado por Dios mismo Señor del universo entero. Amamos su creación, pero sabemos que primero debemos amar a Dios y después al prójimo.

Entendemos que hay animales y plantas que han sido creados para alimentarnos y respetamos al resto de especies que no tienen ese fin. También intentamos no criar ni matar más animales de los necesarios para nuestro sustento, y durante su desarrollo les damos las mejores condiciones posibles por ese motivo no defendemos las grandes explotaciones de animales con el fin de un uso industrial. Animamos a las personas para que sean pequeños granjeros que amen una vida sencilla de campo de la que obtengan su sustento cuidando sus tierras de cultivo y sus animales domésticos de forma adecuada. Sabemos que este tipo de vida es contraria al sistema que impera en el mundo actual, sabemos que las elites globales quieren terminar con las pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas y poner nuestra alimentación en manos de corporaciones para controlar hasta lo que comemos.

Por eso amigos les hago un llamado: no teman a un desastre ecológico, tengan miedo de perder su libertad y sus derechos. Tengan miedo de aquellos que quieren controlarles con la excusa de cuidar el planeta y sus recursos. Con esa excusa les robaran sus granjas, sus tierras y su medio de vida y por último su libertad religiosa, pues quieren un mundo sin Dios.

Él nos puso en la tierra como su creación con un propósito, el primer propósito sabemos que fracaso por culpa de Adán que desobedeció influenciado por Satán, por eso la creación se vio alterada como la conocemos hoy. Pero tenemos la esperanza de que Dios cumplirá su propósito a través de Cristo y el vivirá con nosotros aquí cuando establezca su reino.

Debemos ser fieles a las promesas de Dios y no dejar que silencien nuestra voz, proclamemos sin descanso el evangelio y la sana doctrina, quizás de esta forma si mejore nuestra relación con el planeta.


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