Reflexión diaria.



Queridos amig@s! hoy les comparto esta reflexión: El novelista francés Romain Rolland (Premio Nobel de Literatura en 1915), dijo: «La vida no es triste. Tiene horas tristes». 

Cuánta razón! tenemos muchas alegrías en la vida, pero también hay malos momentos: enfermedades, relaciones problemáticas, dificultades económicas.

Las buenas personas sufren por diferentes razones. Jesús mismo se entristeció y lloró. Lloró en el entierro de su amigo Lázaro, aunque sabía que en breve le devolvería la vida (Juan 11.35). 
En Getsemaní, en la víspera de su crucifixión, pidió a sus tres discípulos más cercanos que le hicieran compañía y rezaran por él, cuando pronunció: «Mi alma está muy triste» (Mateo 26.38).

Estas penas son inevitables, pero no permanentes: «Por la noche durará el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría.» (Salmo 30.5).

La Biblia cuenta como Pablo y Silas fueron injustamente golpeados y encarcelados en Filipos porque estaban predicando el evangelio y ayudando a la gente. Pienso que, al principio, se entristecieron, tal vez incluso se indignaron. Pero confiaron en Dios. En la cárcel, heridos, encadenados, sin saber lo peor que les ocurriría a la mañana siguiente, no tuvieron miedo, no se quejaron, no se hicieron las víctimas, no se rindieron, no se entregaron a la tristeza, sino a la oración y a la alabanza. Está escrito que «a medianoche […] cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. […]» (Hechos 16.25). Entonces Dios les dio la oportunidad de evangelizar al carcelero y a su familia. Todos se convirtieron esa misma noche. Antes del amanecer, el carcelero «se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.» 

Años más tarde, Pablo fue arrestado de nuevo y llevado a Roma para ser juzgado. Mientras estaba en prisión, escribió: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!» (Filipenses 4:4).
¡Increíble lo que el Señor hace en nosotros, incluso cuando las circunstancias son adversas!

El pecado siempre causa tristeza, y mucha. Si lo dejamos; si nos corregimos y nos reconciliamos con los implicados, recuperamos la alegría.

Tener en cuenta que incluso lo que nos parece malo, el Señor lo utiliza para el bien. (Romanos 8:28).

Así que si la tristeza te abruma, encuentra esperanza en estos grandiosos testimonios bíblicos. Dice el salmo: «¿Por qué estás tan abatida, alma mía? ¿Por qué estás tan triste? Espera a Dios». (Salmo 42.11). Con esperanza, la pena de la noche dará paso, a la alegría de la mañana!

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