¿Qué dice la biblia sobre los hermanos de Jesús?
Queridos amig@s! En este espacio creemos firmemente en la concepción virginal de María por medio del Espíritu Santo a través de la cual nacería Jesús, lo creemos firmemente porque es una doctrina bíblica, (Mateo 1:20) pero también la Biblia nos enseña que Jesús tuvo hermanos y hermanas. La misma Biblia indirectamente nos da a entender que José y María después del nacimiento de Jesús fueron un matrimonio normal como otro cualquiera de su época, (Mateo 1:25) por ese motivo no es de extrañar que tuvieran más hijos, los medio hermanos de Jesús. Este tema sólo puede causar sorpresa en aquellos que no han leído nunca el texto completo de los Evangelios. En estos textos abundan las referencias a los hermanos de Jesús, e incluso llega a darse el nombre de los mismos. Como señala el Evangelio de Marcos (6, 3 ss) y el de Mateo (13, 54-55), los hermanos se llamaban Santiago, José, Simón y Judas y habría al menos dos hermanas de las que no se dan los nombres. Sabemos también por el Nuevo Testamento que esos hermanos no creían en Jesús inicialmente (Juan 7, 5) y que incluso en un primer momento, en compañía de María, intentaron disuadirle de su ministerio (Mateo 12, 46 ss). Esa incredulidad de los hermanos de Jesús seguramente explica que en la cruz encomendara el cuidado de su madre al discípulo amado. Sin embargo, también consta que se produjo un cambio al poco de la muerte, ya que en Pentecostés tanto María como los hermanos de Jesús ya formaban parte de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén (Hechos 1, 14). No sabemos con total certeza a qué obedeció la transformación, pero todo parece señalar que pudo deberse a la convicción de que Jesús había resucitado. De hecho, Pablo, escribiendo un par de décadas después, señalaba que entre las personas que vieron a Jesús resucitado se encontraba Santiago (I Corintios 15, 7). Cabe pues pensar que esa circunstancia provocó un cambio radical en él y, muy posiblemente, también en los otros hermanos.
El papel que tendrían en los años siguientes en el seno de la comunidad cristiana varió, pero no cabe duda de que Santiago fue el más importante. En torno a década y media después de la crucifixión, Santiago era con Pedro y Juan una de las "columnas" de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén según informa el propio Pablo escribiendo a los gálatas (Gálatas 2, 9). La marcha a actividades misioneras de Pedro y Juan dejó a Santiago como dirigente indiscutible de la comunidad jerosilimitana, de tal manera que en torno al año 49 se celebró bajo su presidencia un concilio que abrió definitivamente las puertas de la nueva fe a los no-judíos. El acontecimiento, narrado en el capítulo 15 del libro de los Hechos de los apóstoles, tiene una enorme relevancia, ya que muestra cómo, a diferencia de lo que se afirma tantas veces, la conversión del cristianismo en una religión universal no derivó de Pablo sino de los dirigentes judeo-cristianos, muy especialmente Santiago y también Pedro. Sólo con el paso del tiempo, Pablo se convertiría en el principal defensor de esa tesis y, sobre todo, en su transmisor en Europa.Algunos años después de esas fechas, debió escribir Santiago la epístola que lleva su nombre y que figura en el Nuevo Testamento. En ella se refleja con claridad la dificultad que pasaba la comunidad de Jerusalén durante la década de los cincuenta y la preocupación de Santiago por el hecho de que la doctrina de la justificación por la fe enseñada por Pablo en algunos de sus grandes escritos, como las epístolas a los Gálatas (1, 15-21; etc) o a los Romanos (3, 21-30; 4, 1-6; 5, 1, etc), no derivara en un antinomianismo. Santiago sostenía –como Pedro lo había hecho en el concilio de Jerusalén (Hechos 15, 8-12)– que la justificación no podía venir por las obras, sino por la fe en Jesús, pero insistía en que semejante justificación debía quedar de manifiesto en obras tangibles. En otras palabras, desarrollaba el mismo argumento que algún tiempo después Pablo señalaría en su epístola a los Efesios (2, 8-10): la salvación era por la fe, pero de ello debía desprenderse con posterioridad una vida de obedeciencia no para obtener la salvación, sino porque ya se tenía la salvación.
Esta identidad de visión explica que las relaciones con Pablo no quedaran nubladas por este escrito –algo que hubiera sucedido, sin duda, si Santiago hubiera negado la tesis de la justificación por la fe– como tambiénse desprende del encuentro que ambos tuvieron en Jerusalén poco antes de la detención del apóstol de los gentiles (Hechos 21). Santiago continuaba siendo un fiel seguidor de la Torah mosaica a la vez que un conocido cristiano y la unión de ambas circunstancias le había permitido ganar para la fe de su hermano a millares de judíos. Los testimonios neotestamentarios sobre Santiago concluyen en ese punto –un argumento muy poderoso a la hora de datar la redacción de los Hechos de los apóstoles antes del 62 d. de C.– pero no los extra-bíblicos. Por el historiador judío Flavio Josefo sabemos, por ejemplo, que fue linchado en el 62 d. de C. por una turba de integristas judíos y curiosamente este historiador lo menciona como "Santiago, el hermano de Jesús, el llamado mesías".