Reflexión diaria.



Queridos amig@s! En los tiempos de Jesús la lepra era una enfermedad incurable y muy contagiosa, y la persona que llegaba a tenerla quedaba terriblemente marcada.

Con el desarrollo de la enfermedad, el leproso se convertía en un ser repulsivo para sí mismo y para los demás. La lepra discurría por diferentes etapas en las que poco a poco la persona iba perdiendo su aspecto humano.  Lo que aun era más doloroso, es que la lepra hacía a las personas ceremonialmente impuras.

En algún momento, este hombre, cuyo relato se narra en Marcos capitulo 1-40, habría sido examinado por un sacerdote y diagnosticado como leproso. Desde entonces estaba obligado a vivir al margen del pueblo de Dios y excluido de la vida religiosa de Israel. Pero esto no fue un impedimento para que él, sabiéndose necesitado de un milagro se acercara a Jesús en busca de su favor, como se aprecia en Marcos 1:40“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.”Su atrevido acercamiento al Señor, en contra de la Ley y a pesar de la segura oposición y repugnancia de los demás, demostraba que él había oído o visto bastante del poder del Salvador para despertar en él una fe viva. No había nadie más quien podría hacer lo que él necesitaba. Por ende, el leproso se acercó y pidió. No le dio pudor, no se quedó acobardado, sino que se hizo con el coraje para hacer lo que debía. De manera que se presentó ante el Señor con toda humildad, sabiendo que nada merecía. No tenía nada que ofrecer a cambio y por lo tanto se acogía a la gracia del Señor, como se lee en Santiago 4:6 “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”

Es imposible considerar como una falta de fe, la frase que utilizo para dirigirse a Jesús cuando le dice: “Si quieres puedes limpiarme”, sino por el contrario la evidencia de una actitud de humildad, y de dependencia de su gracia. La respuesta no tardó en venir, y con palabras de poder y autoridad, a la vez que de amor y compasión, sanó al leproso.

Si quieres un milagro debes acercarte solo a Él; si necesitas ayuda se la debes pedir; si lo necesitas Él estará cerca. Dios les bendiga!

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