Reflexión diaria.



Queridos amig@s! Muchas personas colocan en la misma posición todas las pruebas, atribuyéndolas sin hacer ninguna diferencia a Dios, por ejemplo, cuando una persona sufre algún accidente, cuando eres perseguido y señalado por tu fe, o cuando tropiezas por culpa de deseos carnales, muchos llegan afirmar que es Dios quien los pone en tal situación para probarles, pero categóricamente a través de la Biblia se niega esta percepción cuando Santiago nos dice en el capítulo 1:13 de su carta “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie”. Nunca Dios tienta a nadie con el mal, pero es cierto, que Dios prueba  a los que son de Él, lo hace de la misma forma en la que un maestro evalúa a sus alumnos. Jesús lo hizo con uno de sus discípulos y así dejo constancia en el libro de Juan 6:5-6 “Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer”, esta pregunta por parte de Jesús no se hizo porque Él no supiera qué hacer al respecto, sino para probar o poner a prueba la fe de Felipe, el señor Jesús quería comprobar el nivel de fe de su alumno, de cierto modo es una prueba hecha con buena intención y no con la finalidad de dañar. Es necesario aclarar que ser tentado es sencillo, incluso Jesús fue probado en todo como se demuestra en Hebreos 4:15 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, el problema en realidad radica en cuando cedemos de verdad a la tentación, como hijos de Dios todos seremos tentados en diferentes ocasiones, pero por la gracia que Él mismo ha depositado en nosotros podemos vencerlas, y en el caso que nuestra debilidad haya ganado la batalla podemos regresar a aquel que es capaz de entenderlo y compadecerse de nosotros para así fortalecernos y otorgarnos su perdón: Jesucristo. 

Dios les Bendiga!

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