Reflexión para hoy.

 


Queridos amig@s! Una cosa es «nada es imposible» y otra «nada es demasiado difícil». «Nada es imposible para el que cree» es una verdad sostenible. «Nada es difícil para el creyente» lo pongo en duda: es una mentira elaborada que se repite hasta mentalizarla con el fin de dar esperanza a quien no conoce el carácter del Señor. La primera frase es una experiencia que depende de Dios. La segunda es una experiencia que depende del hombre.
Nada es imposible es una práctica que acompaña la historia de los héroes bíblicos y que fue claramente anunciada por Jesucristo: «Si tienes una fe del tamaño de un grano de mostaza, puedes decirle a esta montaña: «Ve de aquí a allá», y se irá. Nada será imposible para ti» (Mateo 17:20). La estrategia de «nada es demasiado difícil» no tiene fundamento bíblico.
La Biblia habla de «casos difíciles» (Dan. 5:12), «muchas cosas difíciles de explicar» (Heb. 5:11), «ciertas cosas difíciles de entender» (2 Pe. 3:16), «días difíciles» (Job 30:25) y «tiempos difíciles» (2 Tim. 3:1).

El ser humano está rodeado de cosas difíciles, pero no imposibles. Son difíciles por las limitaciones, y no son imposibles por la existencia de Dios y nuestro acceso y por supuesto, voluntad constante de llegar a Él. Por eso el Señor le pregunta a Abraham: «¿Hay algo demasiado difícil para Dios?». (Gen. 18:14).
Hay ciertos períodos de la vida que son abrumadoramente difíciles. Pueden ser los «días duros» de Job, caracterizados por la pérdida de todas sus posesiones, la muerte de un ser querido o como vivimos hoy, una pandemia devastadora . Pueden ser los «tiempos difíciles» mencionados por Pablo, caracterizados por una corrupción generalizada que ha puesto en peligro la fe cristiana (2 Tim. 3:1-9). No se puede negar lo difícil, ni su existencia ni su complejidad. Sin embargo, hay que saber que de la mano de Dios podemos, en nuestra imperfección humana, acometer lo difícil y en Su perfección divina dejar en sus manos, todo lo imposible.
Gracias por leer! Dios les Bendiga! 

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