Reflexión diaria.



Queridos amig@s! Muchas veces podemos pensar que la vida es injusta y que tenemos menos de lo que merecemos. Pensamos que nuestro esfuerzo no ha dado fruto y al ver a otros llegamos a pensar, que tal vez ellos tengan cosas que por su forma de actuar pudieran no merecer. Así empieza a sembrarse en nosotros, sin saberlo y tal vez por esa desmotivación momentanea, uno de los sentimientos que mas limita nuestro crecimiento y maduración: La Envidia.

La envidia es un sentimiento, especialmente negativo, no sólo por el daño que genera sino por la facilidad con la que puede invadir nuestro corazón. Esto se siente cuando empezamos a compararnos con otros, a ver si nuestra realidad es mejor o peor y a sentirnos, si no nos satisface la respuesta, inconformes, molestos y hasta vacíos. Además la envidia nos impide amar verdaderamente y nos invita a competir, perseguir sólo lo material y en consecuencia llegar a la depresión.

El amor es el don espiritual universal que el Señor nos ha regalado. Nos ha dotado con la maravillosa capacidad de amar a otros, profunda, verdadera y honestamente, sin ataduras, sin prejuicios. Si por sentimientos como la envidia, disminuimos nuestra capacidad de amar, significa sin dudas que nos estamos alejando de Dios.

Si en algún momento tu corazón ha sido invadido por algún sentimiento de envidia, recuerda en ese instante el amor puro que el Señor te ha dado, sin sufrimientos, benigno, expresado en ti como su creación. 

Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Muchas veces lo ignoramos por atender las cosas de fuera que nos distraen, en vez de escuchar esa voz interna que podemos llamar conciencia. Hagamos cambios positivos que nos permitan mejorar como persona. Cuando te propones ser la persona que el Señor te ha llamado a ser, encontrarás tu propósito en la vida y la envidia ya no tendrá espacio en tu corazón. Podemos sentir que no nos falta nada porque Jesús puede llenar cualquier vacío, lo único que necesitas para comenzar es invitarle a que forme parte de tu vida. Dios les Bendiga! 

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