Consejos para entender cuando leemos la Biblia.



Queridos amig@s! Hoy les quiero compartir unos consejos para entender mejor lo que leemos de la Palabra de Dios (la Biblia). 

Ustedes deben tener unas guías para su estudio. Qui­siera mencionar 7 consejos muy sencillos que a la vez son fundamen­tales y preliminares, los cuales les servirán de guías para el estudio de las Escrituras.

1. Empiece con una oración,

2. Lea la Biblia,

3. Estudie la Biblia,

4. Medite en la Biblia,

5. Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia,

6. Obedezca las enseñanzas de la Biblia,

7. Comparta lo que aprende con otras personas. 

Bien se pueden añadir otras más, pero yo creo que estos son los fundamentales y principales. Alguien lo ha dicho en una manera muy breve y persuasiva: “La Biblia —apréndela de memoria; guárdela en su corazón; muéstrala por su vida; siémbrala en el mundo”. Esa es la manera de expresar algo que presentaremos aquí.

1. EMPIECE CON UNA ORACIÓN 

La Biblia es diferente de cualquier otro libro, es el Espíritu Santo sólo, el que puede abrir nuestro entendimiento para que la entendamos. Ustedes pueden coger un libro sobre filosofía y puesto que un hombre lo ha escrito, un hombre lo puede entender. Es igual en cuanto a las matemáticas o cualquier otra materia. No ha habido ningún libro que haya sido escrito por hombres que otro no pueda entender.

Pero la Biblia es diferente. No se puede entender la Biblia a menos que el Espíritu Santo sea el instructor. El desea enseñarnos. Es un hecho positivo que nuestro Señor nos dijo, “El os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Al abrir la Palabra de Dios debemos de orar con el salmista: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.” (Salmo 119:18). Cuando el salmista escribió estas palabras, claro que él estaba pen­sando en la ley mosaica. 

Hoy día lo extendemos para incluir todos los libros de la Biblia, y podemos decir, “Abre mis ojos, y miraré las mara­villas de Tu Palabra.” Cuando el apóstol Pablo oraba por los efesios en Efesios, el capítulo 1, no oraba que tuviera la buena salud física (él podría haberlo orado en otro tiempo), ni oraba que se enriquecieran (no sé si jamás orara por aquello), mas la primera oración a favor de los efesios se apunta en su epístola es­crita a ellos: Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis ora­ciones: Ahora, ¿para qué oraría Pablo? Aquí está: Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la glo­ria de su herencia en los santos. (Efesios 1:17, 18). No ven, que la oración de Pablo es que tengan una sabiduría y enten­dimiento de la revelación del conocimiento de él, y la revelación está aquí en el libro.

Deseaba que conocieran la Palabra de Dios; deseaba que sus ojos y entendimiento fueran alumbrados. Quería que supieran algo de la esperanza del llamamiento que tenían en Cristo. Esta es la oración del apóstol Pablo, y si alguien se acuerda de mí en la oración, esta es la oración que quiero que eleve —que mis ojos espirituales sean abiertos. Me gustaría recordar a ustedes en oración así. Creo que la cosa más importante para ustedes y para mí hoy día es saber la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la Palabra de Dios. No nos es posible conocer la Palabra de Dios a menos que el Espíritu de Dios sea nuestro Maestro. Eso es lo que dice Pablo en su primera epístola a los corintios: Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Es­píritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (I a Co­rintios 2:12-14). La razón por la cual tantos no entienden nada de la Biblia es simplemente porque no dejan que el Espíritu de Dios les enseñe. La Pala­bra de Dios es diferente que cualquier otro libro porque el hombre natural no puede percibir estas cosas, y le son locura. Dios nos ha dado el Espíritu para que sepamos las cosas que nos son dadas libremente de Dios. El sólo es nuestro Maestro; El sólo puede tomar la Palabra de Dios y darle sig­nificado. Dios quiere comunicársenos por medio de Su Palabra escrita.

Pero es un libro sobrenatural, y no nos comunicará por la razón sencilla de que sólo el Espíritu de Dios puede tomar las cosas de Cristo y revelárnoslas. Fíjense en este versículo de Escritura, el cual es muy interesante: Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el Espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Cristo, sino el Espíritu de Dios. (I a Corintios 2:11). En una manera muy breve y comprensible este versículo expresa la razón por la cual el Espíritu de Dios ha de ser nuestro Maestro. Ustedes y yo nos entendemos, pero no entendemos a Dios. Creo que hoy día es pura tontería hablar acerca de una generación con la cual no podemos comunicarnos, y que hoy existe una brecha entre generaciones. Reconozco que siempre ha existido una brecha hasta cierto punto. Siempre ha sido difícil que una persona mayor y un joven estén enteramente de acuerdo. Pero sí podemos comunicarnos porque todos somos seres humanos. Francamente, no puedo entender a Dios a menos que se me revele.

El Espíritu de Dios ha de interpretar, y El sólo debe de ser el Maestro para guiarnos a la verdad. Es preciso que el Espíritu de Dios abra los ojos para que veamos. Hemos de pedir Su ayuda. En Juan, el capítulo 16, el Señor Jesús dice: Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todavía un poco, y no me veréis; porque voy al Padre. (Juan 16:12-16). No ven, que el Señor Jesús nos dice qué hemos de pedir. Tiene muchas cosas para nosotros y quiere revelarnos estas cosas por medio del Espíritu Santo. De nuevo, en el capítulo 14 de Juan, Cristo dice: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26). El Espíritu Santo es el Maestro, y ha de ser el único para guiarnos a toda la verdad.

Si aprenden cualquiera cosa por medio de este programa de estudio bíblico, no será porque han leído este post. Aprenderán porque el Espíritu de Dios está abriéndoles la Palabra de Dios. Esta, pues, es la primera guía: Empiece con oración, y pida que el Espíritu de Dios sea su Maestro. La segunda guía les puede parecer una simplificación excesiva. 

2. LEA LA BIBLIA. Lean la Palabra de Dios. Si no la en­tienden la primera vez, léanla por segunda vez. Si no la entienden la se­gunda vez, léanla por tercera vez. Sigan leyéndola. Permítanme decirles que no perderán el tiempo. Debemos averiguar los hechos de la Palabra de Dios. Se encuentra un incidente muy interesante en el libro de Nehemías: Venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciuda­des; y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual el Señor había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de Las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que po­dían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley. (Nehemías 8:1-3). Este es un pasaje muy notable de las Escrituras.

No ven, que estas personas habían estado en la cautividad babilónica por unos setenta años; muchos de ellos nunca habían oído la Palabra de Dios. No se circulaba mucho en aquel entonces, y no había tantas versiones distintas que se pu­blicaban, ni hubo en preparación las de ser publicadas. Es probable que hubiera una sola, o tal vez dos copias en existencia, y Esdras tenía una de ellas. Se paró y leyó delante de la puerta de Las Aguas. Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sen­tido, de modo que entendiesen la lectura. (Nehemías 8:8). Veo desde la manera en que se relata la historia, que apostaron a hom­bres de la tribu de Leví en ciertos lugares entre la gente. Después de leer alguna porción, Esdras dejaría de leer para que los que escuchaban tuvie­ran la oportunidad de hacerles preguntas a los hombres que se apostaban para explicárseles la Biblia. Y los levitas hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. (Nehemías 8:7).

Veo que hay tantos miembros de iglesias que son desconocedores de la Biblia. Simplemente no conocen la Palabra de Dios. Hace años que la enseñan en la iglesia co­rriente. Nos falta leer la Biblia, y hay que profundizarla de verdad. No es suficiente leer sólo unos versículos favoritos. Hay que leer toda la Palabra de Dios. Ese es el único método de conocerla, mis amigos, y es el método de Dios.

3. ESTUDIE LA BIBLIA 

Debemos darnos cuenta de que el Espíritu de Dios no nos enseñará algo que bien podemos aprender por estudiarla.

Hay que estudiar la Palabra de Dios. Creo que han de leerla cuando puedan dedicarle tiempo. Si no encuentran tiempo, deben apartar unos 30 minutos, o una hora para ello. Si es que ustedes hacen las cosas casualmente como yo las hago, luego encontrarán que un día leerán unos 30 minutos, al próximo día leerán unos 5 minutos, y al otro día unas 2, o 3 horas. No dicto una lista larga de reglas particulares, pero sí creo que cada persona debe leer la Biblia por su propia cuenta.

Creo que es importante animar a los niños que lean la Biblia. Pueden comenzar por leer cosas sencillas, o los salmos.

4. MEDITE EN LA BIBLIA. La meditación es algo que Dios enseñaba a Su pueblo. La Palabra de Dios había de estar delante de los hijos de Israel todo el tiempo para que meditaran en ella. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Deuteronomio 6:6-9). Esta es una declaración admirable la que el Señor nos ha dado. Les dijo que escribieran la Palabra de Dios en todas partes para que quedara grabada en sus corazones y vidas. 

Dios exigió que Su pueblo meditara en la Palabra. Ahora, ¿qué significa en verdad meditar en la Palabra de Dios?

Hay una declaración muy interesante en el primer Salmo: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia, y en su ley me­dita de día y de noche. (Salmo 1:1, 2). El meditar es reflexionar, recordar, y considerar una y otra vez.

Esa es la meditación. Es repasarla repetidas veces. ¿Cuántos de ustedes, después de la lectura, meditan en la misma porción durante el día? La mayoría la leen y luego se la olvi­dan. Pasan unos 30 minutos, y ellos ni recuerdan lo que se leía en el desa­yuno. O, si la leen de noche, se acuestan en la cama lo más rápido que les sea posible, apagan la luz, y se duermen olvidándosela por completo. La meditación llega siendo un arte casi perdido en nuestra sociedad contem­poránea. Una de las razones por la cual nuestras iglesias tienen una frialdad y una indiferencia en cuanto a la Palabra de Dios es simplemente debido a la falta de meditación en la Palabra de Dios.

5. LEA LO QUE OTROS HAN ESCRITO ACERCA DE LA BIBLIA. Reconozco que este consejo puede ser algo peligroso porque tantas per­sonas dependen simplemente de lo que han dicho otros acerca de la Biblia. Hay tantos libros que han salido hoy en día, los cuales dan mala enseñanza tocante a la Palabra de Dios. Hay que comprobar todo lo que se escribe por medio de la Biblia misma. Sin embargo, es importante leer un buen comentario sobre cada libro de la Biblia.

Debemos aprovecharnos del estudio de otros hombres sobre la Palabra de Dios. 

6. OBEDEZCA LAS ENSEÑANZAS DE LA BIBLIA. Para el entendimiento y el estudio de las Escrituras, la obediencia es esencial. 

El documento más grande que se ha sido escrito sobre el Evangelio es la epístola a los Romanos. Creo que encierra entre comillas el tema de la obediencia. Comienza con la obediencia en Roma­nos 1:5: Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre. Y al final de la epístola, Pablo vuelve a la obediencia en su capítulo 16, y el versículo 26: Pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe. “Para que obedezcan a la fe” son las últimas palabras de Pablo en esta epístola. ¿Qué queda entre las comillas de la obediencia? Pues, nos presenta el documento más grande sobre lo que es el Evangelio, la gran sección doctrinal y la gran sección práctica. Verán que la última parte tiene que ver con deberes, lo que hemos de hacer. Pablo puso este asunto de la obediencia como unas comillas al Evangelio. “Para que obedezcan a la fe”. Esto es donde se desviaron Adán y Eva. Ella no sólo escuchaba a Satanás, el enemigo de Dios, sino también deso­bedeció a Dios. Obedecer a Dios es muy importante y debemos reconocer que Dios no continuará revelándonos verdades si llegamos a ser desobedientes.

Debemos obedecer la Biblia si es que pensamos sacar provecho de la lectura de ella. La obediencia también es importante porque hay personas que juzgan la cristiandad por la vida suya, y la mía. El apóstol Pablo escribió a los corintios: Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, co­nocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. (II a Corintios 3:2, 3). ¡Cuán importante es obedecer la Palabra de Dios, obedecer la Biblia! Yo creo que hoy día los que son miembros de iglesias perjudican más la cristiandad que cualquier otro grupo. Esa es una de las razones hoy por la cual vemos toda esta rebelión fuera de la iglesia.

Hemos de examinar nuestras vidas respecto a esto. ¡Es muy importante obedecer la Palabra de Dios! 

7. COMPARTA LO QUE APRENDE CON OTRAS PERSONAS. No sólo lean la Biblia; no sólo mediten en ella; no sólo lean lo que otros han escrito acerca de ella, también compartan con otros lo que han aprendido. Eso es lo que debemos hacer. Creo que llegarán a un punto de saturación en el estudio de la Palabra a menos que la compartan con otros e intercambien impresiones.

Dios, por alguna razón, no les dejará retirarse de los hombres y llegar a ser un tipo de enciclopedia bíblica ambulante, sabiéndola toda mientras los demás que­damos ignorantes. Es por esa razón que declaró: No dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:25). Dios nos ha mandado a ser testigos. Dijo, “Y me seréis testigos.” No dijo que hayamos de ser eruditos, ni enciclopedias ambulantes. Hemos sido llamados a ser testigos hoy en día, y por lo tanto debemos de compartir la Palabra con otros. 

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