La palabra de Dios cambiara tu vida (parte 2)

Queridos amig@s! En el anterior artículo Derek Prince nos enseñó los resultados que la Palabra de Dios producirá en nosotros, estos dependerán de la manera en que respondemos a la Palabra. 

Para recibir los resultados que Dios quiere, debemos desechar la inmundicia y lo malo y recibir la Palabra con humildad. Debemos tomar la Palabra de Dios como un mensaje de Dios mismo, y que por lo tanto, es muy superior a cualquier mensaje de origen humano.

Cómo viene la fe.

En esta segunda parte, nos enfocaremos en el primer resultado específico que la Palabra de Dios producirá en su vida. Ese resultado es fe.

Mi experiencia (por Derek Prince)

"Antes que nada, permítame compartir con usted mi experiencia personal de cómo aprendí esta lección. Yo me enfermé cuando servía como asistente médico con las fuerzas británicas en el norte de África, durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras languidecía en el hospital mes tras mes, empecé a darme cuenta que, en ese clima y bajo esas condiciones en el norte de África, los doctores no tenían la manera de sanarme. Cuando ingresé al hospital, acababa de conocer al Se ñor de una manera personal. Al convertirme a Cristo, llegué a creer que en efecto, la Biblia era la Palabra de Dios. Aun así, había muchos conceptos y verdades en la Biblia que todavía no entendía. Por eso, al estar acostado en esa cama del hospital, semana tras semana, mes tras mes, me hundí realmente en lo que John Bunyan llama “el Pantano de la desesperación”, es decir, el valle sombrío y solitario del desaliento. Durante esta estadía prologada en el hospital, muchas veces pensé: “Sé que si tuviera fe, Dios me sanaría”. Sin embargo, el próximo pensamiento que venía siempre a mi mente era: “Pero no tengo fe”. En definitiva, el declarar: “No tengo fe” eliminaba toda esperanza de ser sanado y me hundía nuevamente en el valle del desaliento. Pero un día mientras estaba sentado en la cama con mi Biblia sobre las rodillas, un brillante rayo de luz venido de Dios penetró aquellas tinieblas.

La revelación que Dios me dio me trajo gran esperanza. ¿Le gustaría saber de dónde vino ese rayo de luz? Vino de Romanos capítulo 10, versículo 17, el pasaje que Dios iluminó mientras yo leía la Biblia que tenía sobre las rodillas. Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo. Cuando leí ese versículo, tres palabras saltaron de la página: “la fe viene”. Repetí esas palabras una y otra vez. “La fe viene… la fe viene…”. Dios me estaba diciendo que si no tenía fe, era posible conseguirla. Me estaba mostrando que hay una manera en que viene la fe.

 Al leer ese versículo vez tras vez, analicé lo que me es taba diciendo. Permítame compartir con usted lo que empecé a entender. Cuando Dios trata con nosotros, Él nos lleva al punto de tener fe por medio de tres etapas sucesivas. La primera etapa es la Palabra de Dios: necesitamos tener acceso a la Palabra de Dios. La segunda etapa es el oír: tenemos que oír verdaderamente la Palabra. Tenemos que abrir todo nuestro corazón y toda nuestra mente. Tenemos que escuchar lo que Dios nos está diciendo, aun si esto implica excluir todo lo demás. Tenemos que permitir que Dios nos hable por medio de su Palabra. La tercera etapa es la fe: como resultado de este proceso de oír, la fe viene. Ésas son las tres etapas: la Palabra de Dios, el oír, y luego la fe.

Quiero animarle que si usted sigue este proceso, el resultado está garantizado. Si no tiene fe - si está luchando por tener fe en aquel valle sombrío y solitario - quiero anunciarle esta increíble verdad: la fe viene. Una palabra profundamente personal Habiendo recibido esa maravillosa revelación, exa minemos ahora otro aspecto de este versículo. Es necesario saber que la palabra traducida “la palabra de Cristo” es la palabra rhema en griego. Al haber estudiado griego por muchos años, he aprendido que la palabra rhema significa específicamente “una palabra hablada”. Esta verdad se hace obvia si miramos las siguientes palabras del versículo “y el oír, por la palabra de Cristo”. El significado es evidente, porque si una palabra no se habla, el oyente no la puede oír. Por lo tanto, este principio no implica simplemente leer su Biblia y ver la tinta negra sobre el papel en blanco que tiene por delante. De alguna manera, esa tinta negra tiene que ser transformada en una voz que usted pue de oír. La fe viene del oír, no sólo del leer la Biblia."

¿Qué es lo que puede transformar esa tinta negra en una voz viva que le hable personalmente? Es el Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo vivifica la Palabra de Dios, la hace real y personal para usted. Cuando usted escucha esa palabra que el Espíritu Santo le imparte, la fe viene. ¡El Espíritu Santo es tan sabio! Él sabe exactamente la palabra que usted necesita en un momento determinado. Él lo dirige a la Palabra de Dios y luego hace que la Palabra cobre vida para usted. Cuando esto ocurre, usted oye la voz del Dios viviente hablándole por medio de esa palabra. Y mientras escucha esa voz, la fe viene: fe para lo que usted necesita y para cualquier cosa que Dios quiere que usted tenga en ese momento. Un mensaje de Dios Al llegar a este punto de nuestro estudio, quiero mostrarle uno de los más hermosos ejemplos en las Escrituras de cómo viene la fe por medio de oír la Palabra de Dios. Observaremos la vida de la virgen María. Estoy seguro que usted conoce la historia de cómo ella vivía en el pueblito de Nazaret cuando un día un ángel se le apareció trayéndole un mensaje de Dios. Leamos sólo una parte de este acontecimiento en Lucas 1, empezando en el versículo 30: Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen? Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios. Y he aquí, tu parienta Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. Porque ninguna cosa será imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia. Puede ser que algunos no estén de acuerdo conmigo sobre este punto, pero creo que este incidente es la clave del milagro más extraordinario que jamás haya ocurrido en la historia de la humanidad. Cuando la virgen María dio a luz a Jesús, participó en uno de los más grandes milagros de toda la historia. Percibiremos esto con más claridad en la sección que sigue cuando le muestre cómo fue que María pudo recibir este gran milagro. Primeramente, el ángel vino con una palabra rhema de parte de Dios. (Recuerde que la rhema se define como una palabra hablada.) Esta palabra era algo que María jamás hubiera pedido en oración para sí mis ma. Probablemente nunca lo hubiera siquiera soñado. Ya que María era una mujer soltera en ese momento, aquellas palabras de Dios nunca se le hubieran ocurrido. Por lo tanto, no podemos sino concluir que la iniciativa para esa palabra vino de Dios. El propósito de Dios para con María era mucho más sublime de lo que ella se hubiera podido imaginar o realizar por sí misma. El plan de Dios vino a ella en forma de una palabra rhema, es decir, una palabra hablada. En el primer paso de esta experiencia, ¿cómo respondió María a esta palabra? Primero que nada, la recibió. Abrió su corazón. No se resistió, ni discutió. No protestó, diciendo que sería imposible. Simplemente dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”. María abrió su corazón a la palabra rhema de Dios, su palabra hablada. En el segundo paso de su experiencia, ¿qué ocurrió después que María recibió esta palabra? La fe le fue impartida.

¿Recuerda usted lo que dice Romanos 10:17? “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo”. Cuando abrimos nuestro corazón y permitimos que la Palabra de Dios se arraigue en nosotros, se nos imparte fe.

En el tercer paso de su experiencia, ¿cuál fue el resultado de la buena disposición de María? Su fe desató el poder milagroso que había en la palabra que Dios le había dado. El ángel dijo: “Nada hay imposible ¿Cuál será su respuesta? para Dios”. La traducción literal de ese versículo en el griego es: “Ninguna palabra dicha por Dios carecerá de poder”. Si expresamos esto de otra manera, desde el punto de vista positivo, sería: “Cada palabra que pronuncia Dios lleva en sí el poder para su ejecución”. Eso quiere decir que cuando recibimos una palabra de Dios, esa palabra nos imparte fe. A su vez, nuestra fe desata el poder milagroso de Dios que reside en esa palabra. Una respuesta de fe La historia de la virgen María es un hermoso y perfecto ejemplo de cómo viene la fe. La fe viene por medio de la palabra rhema, es decir, una palabra que el Espíritu Santo vivifica en nuestra vida. 

¿Qué significa eso? El Espíritu Santo hace que esta palabra cobre vida, sea real y personal para nosotros. Cuando recibimos esta palabra, nos imparte fe. Luego, cuando respondemos en fe, esto desata el poder que reside en la palabra que Dios nos da. Al ser desatada de esta manera, la palabra lleva a cabo aquello que Dios ha prometido. Cada palabra pronunciada por Dios, que viene a nosotros directamente de Él, lleva en sí el poder para su ejecución. Al concluir esta enseñanza, permítame hacerle una pregunta.

¿Por qué es tan importante la fe? La res puesta la vemos en Hebreos 11:6: Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan. Dios exige fe — y Él no cambiará sus exigencias. Pero gracias Señor, Él es muy compasivo y misericordioso con nosotros. El Señor nos muestra cómo recibir la fe que Él exige. Pone a nuestra disposición la fe, y de esa manera nos capacita para cumplir con lo que Él exige. 

 ¿Cómo viene la fe? Al concluir este mensaje, repasemos una vez más este proceso. Aquí están los tres pasos a seguir para asegurarnos que la fe venga. En primer lugar: la fe viene por oír la palabra que Dios le habla. En segundo lugar: el Espíritu Santo hace que esta palabra sea íntima y personal para usted. En tercer lugar: si usted recibe esta palabra, le impartirá fe. 

 ¿Cuál es el resultado final de estos pasos? Su respuesta de fe desata el poder que reside en la Palabra de Dios para que se cumplan las promesas de Dios.

¿Ha tomado usted estos pasos alguna vez? ¿Quisiera responder ahora mismo mientras concluimos con este mensaje? Si está listo para hacerlo, le pido que haga de la siguiente oración su propia expresión de fe: 

Señor, por favor envíame tu palabra rhema. Estoy atento para oírla. Gracias por hacer que esta palabra sea real y personal para mí por la obra del Espíritu Santo. Recibo tu palabra así como lo hizo María, y como ella, digo: “Hágase conmigo conforme a tu palabra”. Al recibir tu palabra, creo que mi repuesta de fe está desatando la ejecución de tu palabra en mi vida. Está liberando tu poder milagroso, el cual reside en tu palabra, para que cada promesa del plan que tú tienes para mi vida sea cumplida. Gracias Señor, por todo lo que hará tu palabra en mi vida desde este momento en adelante. Amén

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